martes, 16 de enero de 2007

No recibimos cartas de un remitente aleatorio ni errante

En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Génesis 1:1).

Científicos hallan prueba de la existencia de Dios.

La hegemonía darwinista en las ciencias naturales podría verse amenazada por un revolucionario movi-
miento de vanguardia que ve en la naturaleza una concepción o diseño inteligente, y además, un Artífice.
Hace 15 años, el químico Charles Thaxton quedó atónito ante la gran acogida que tuvo en ámbitos científicos un libro que escribió junto con otros dos científicos sobre la evolución química. Thaxton —profesor adjunto de la universidad Charles, de Praga— esperaba que a lo menos la obra provocaría una reacción negativa, si es que no pasaba completamente inadvertida. (Desde entonces se ha convertido en uno de los pedernales de lo que se ha dado en llamar el movimiento de Diseño Inteligente).
Al fin y al cabo, The Mystery of Life's Origin (El misterio del origen de la vida), que llegó a ser éxito de ventas entre los libros de texto universitarios, introdujo la hipótesis de la concepción inteligente en la naturaleza y señaló las graves incongruencias del darwinismo. En aquel momento una amplia mayoría de científicos consideraba que dichos conceptos eran impensables y sin duda poco empíricos, no solamente porque el diseño o concepción inteligente sugería que la evolución no constituía el proceso aleatorio y caótico que le atribuían la mayoría de los biólogos, sino que —más difícil de aceptar aún— indicaba la probable existencia de un diseñador —tal vez, Dios— autor de dicho diseño. La idea de que un diseñador o artífice pudiera representar la mano que mueve la naturaleza, era un concepto que ningún especialista que se preciara de tal quería introducir en el esquema científico de las cosas.
«Creí que nadie aceptaría el libro. Cuando lo escribimos, nuestra postura era completamente marginal», cuenta Thaxton a Insight. «Los materialistas a ultranza no van a tolerar la idea de que la naturaleza esté dotada de inteligencia», afirma.
«Después empecé a recibir llamadas de científicos y matemáticos que sí la aceptaban»: hombres y mujeres exponentes de diversos ramos de la ciencia que llegaban a las mismas conclusiones que Thaxton describió en The Mystery of Life's Origin. Al igual que Thaxton y sus coautores, estos científicos obtenían a diario datos en sus laboratorios y trabajos científicos que no hallaban explicación dentro del modelo tradicional de evolucionismo darwiniano. Dichos datos eran susceptibles de una explicación más convincente —y científica— mediante el argumento de que las entidades naturales de gran complejidad —por ejemplo, la molécula de ADN— fueron concebidas para hacer lo que hacen en vez de evolucionar aleatoriamente, fruto de la casualidad, según los postulados del evolucionismo de Darwin.
El argumento de Thaxton en favor del Diseño Inteligente, reducido a su mínima expresión, puede formularse de la siguiente manera: la molécula de ADN, origen de la vida, constituye un mensaje. Se trata de información codificada en una hélice doble. No se asemeja a un mensaje; lo es en sí mismo. La molécula misma es un diseño complejo e intrincado que lleva implícito un mensaje.
Thaxton alega que los humanos sabemos por experiencia que donde hay un mensaje, éste tiene que haber sido emitido por una inteligencia. Ningún otro argumento basta para explicar la existencia del mismo. No recibimos cartas de un remitente aleatorio y errante. Ello, por tanto, implica que el ADN —un mensaje— es fruto de una concepción inteligente. «Sabemos por experiencia que cuando hay diseño, tiene que haber un diseñador».
De Stephen Goode, Separata de Insight, 4 de abril de 1999

Loius Pasteur
(1822-1895), químico francés que fundó la micro biología, dijo: «Cuanto más estudio la naturaleza, más fascinado me quedo con el Creador».

El gran físico, Sir Isaac
Newton (1642-1727), escribió: «Este hermoso sistema compuesto por el sol, los planetas y los cometas, únicamente podría proceder del consejo y dominio de un ser sumamente poderoso e inteligente».

El Dr. Arthur Compton (1892-1962) —premio Nobel
de física—, dijo: «Para mí, la fe tiene origen en la noción de que un ente supremo creó el universo y al hombre. No me resulta difícil tener esa fe, pues resulta incontrovertible que donde hay un designio, hay inteligencia. Un universo que se desenvuelve ordenadamente atestigua de la veracidad de la afirmación más majestuosa que se haya pronunciado: «En el principio, Dios…»